Durante siglos, los romanos visitaron Hierapolis para realizar sacrificios en honor al dios del inframundo. Todo empezaba en la Puerta del Infierno.
Hace 2 mil años, la ciudad romana de Hierapolis ya era un destino turístico internacional. Por las propiedades curativas de sus lagunas, enriquecidas tras miles de años de sales propicias, el sitio se convirtió en un lugar icónico para pasar un día de spa. Visitantes de todo el Imperio llegaban «para admirar el paisaje y bañarse en las aguas supuestamente curativas», documenta la BBC.
Así como las personas visitaban Hierapolis, en el actual este de Turquía, para buscar sanación física en las aguas termales, había quienes visitaban la ciudad como feligreses. Especialmente, para aquellas personas que querían rendir tributo a Plutón: el dios del inframundo. Justo ahí, se había erigido una mítica Puerta del Infierno, desde donde emergía ‘el aliento sepulcral’ de Cerbero, el perro guardián del inframundo.
En las fauces del inframundo
Durante siglos, los romanos veneraron la Puerta del Infierno de Hierapolis como el pasadizo directo al inframundo. A diferencia de la concepción judeocristiana, el panteón romano no necesariamente lo concebía como un lugar de castigo perpetuo, lleno de llamas y fuego. Por el contrario, era un espacio a donde iban todas las almas al terminar su transitar terrenal.
Buscando el favor de Plutón —o Hades, en la tradición de la Grecia Antigua—, los romanos erigieron alrededor del año 130 a.C. un santuario para venerarlo. En aquel entonces, se le hacía referencia como Plutonion, a donde los peregrinos viajaban para hacer sacrificios para el dios del inframundo.
En aras de mantener al dios del inframundo tranquilo, los romanos que visitaban Hierapolis sacrificaban algunos animales en su templo. Todos ellos —junto con otras ofrendas— tendrían que pasar a través de la Puerta del Infierno. Al cruzar, era común que los visitantes hablaran del ‘aliento tóxico’ de Cerbero, el eterno centinela de Plutón.
Esto no era más que un intenso olor a azufre, que venía de las formaciones rocosas milenarias características del Este turco. Eventualmente, con la cristianización del Imperio Romano, el sitio se abandonó: ese tipo de creencias y rituales se consideraron paganos, y eran castigados con la muerte.
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Cuando la Puerta del Infierno se abre
A más de 1000 años que la religión oficial del Imperio Romano empezó a ser la cristiana, Hierapolis sigue siendo un lugar de sanación para los turistas contemporáneos. Las aguas termales de la antigua ciudad romana siguen acogiendo a personas que buscan sanar males de la piel y de varios órganos internos. Otros, sencillamente van a descansar.
En 2018, la UNESCO catalogó al sitio como Patrimonio de la Humanidad. Con más de 2 millones de visitantes al año, es uno de los destinos turísticos más visitados de Turquía. Aunque las aguas termales atraen al grueso de los turistas, la Puerta del Infierno seguía siendo un asunto de interés entre los más morbosos.
Aunque ya existían tours específicos para las ruinas del Plutonion, el paso a la Puerta del Infierno estaba restringido para los visitantes. Sin embargo, permanecerá abierta a partir de ahora. El lunes 20 de junio, las autoridades turcas determinaron que las obras de restauración habían sido exitosas. Por lo tanto, ya no representaba un riesgo para los visitantes.
Se colocó una pasarela por donde los turistas podrán acceder a la Puerta del Infierno. Aunque las emisiones de azufre inquietaron a las autoridades por décadas, este pasadizo se colocó «a una distancia segura de la puerta permite a los visitantes echar un vistazo al antiguo inframundo de los pecadores«, según explican medios locales.
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