Durante el periodo de mayor esplendor cultural y científico de Al-Ándalus, los árabes decidieron que necesitaban un lugar de descanso. Ése fue la Alhambra.
Pocos califatos medievales alcanzaron el poderío político, cultural y científico que iluminó a Al-Ándalus. Durante siglos, fue el centro intelectual y mercantil del mundo árabe, reconocido por tener una de las ciudades más espectaculares de la época: la Alhambra. Ubicada en la actual Granada, al sur de España, fue el lugar de descanso de los emires en la Edad Media.
Como tal, se reunió a los mejores arquitectos y paisajistas del mundo árabe para vestir la ciudad. Al interior de una fortaleza de piedra caliza, se alzaron vistosos jardines hacia el siglo XIII. Aunque gran parte de la ciudad y la traza original se perdió después de la expulsión de los moros 100 años después, la residencia real se conserva.
Ésta es su historia.
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La ‘Ciudad Roja’ de la Península Ibérica
‘Al-Ándalus’ fue el nombre que los árabes le dieron a prácticamente toda la península ibérica durante la ocupación, entre los años 711 y 1492. Tras la conquista de los militares omeyas, el territorio se integró inicialmente en la provincia del norte de África. Sin embargo, la expansión cobró fuerza hacia el año 756, cuando se convirtió en el Emirato de Córdoba. Dos siglos más tarde, pasaría a ser el Califato de Córdoba.
Por el color de la tierra con la que se alzaron las construcciones, los árabes nombraron a su ciudad de descanso como Alhambra: la ciudad roja, o bermellón, explica el portal oficial del sitio arqueológico. La ciudad medieval estuvo enmarcada por el río Darro, las montañas y un bosque tupido. Por ello, el castillo que se construyó ahí hacia el año 1238 resalta: entre las montañas y los árboles, las paredes rojizas se imponen.
Originalmente, el emir Ibn al-Aḥmar la mandó construir para que la dinastía nazarí y sus sucesores tuvieran un lugar en el cual establecerse. Las decoraciones del interior del palacio, documenta Britannica, se le atribuyen a Yūsuf I. Inspirado en el principio de que los edificios deben de emular la grandeza de Alá, los arcos y techos repiten elementos que tienden al infinito.
«Situados en dos colinas adyacentes, el Albaicín y la Alhambra forman el núcleo medieval de Granada que domina la ciudad moderna», documenta la Unesco. El sitio fue catalogado por la institución como Patrimonio de la Humanidad en 1984, por ser uno de los mejores ejemplos de arquitectura islámica que quedan en España.
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Arquitectura sagrada en un entorno militar
El palacio de la Alhambra se construyó con excelencia arquitectónica y científica andalusí. Aunque conserva algunos elementos militares —como las torres de vigilancia que flanquean la fortaleza—, la manera en la que los ventanales filtran la luz fue cuidadosamente planeada.
Los patrones permiten que la luz natural sea más suave, y enfatice los detalles en los remates de las columnas. Muchos de ellos conservan versos del Corán, el libro sagrado del Islam, con alabanzas a Alá. Como sucede en otras construcciones islámicas, no existen representaciones antropomórficas de Dios.
Los musulmanes consideran este tipo de manifestaciones como un sacrilegio, pues la mano humana no debería —ni podría jamás— representar toda su grandeza. Por ello, también, se alude a Alá por medio de versos sagrados escritos en árabe.
Uno de los espacios más visitados en la Alhambra es el Patio de los Leones: una cancha oblonga de unos 35 metros de largo, delineada por una galería ricamente ornamentada. En total, se suman 124 columnas de mármol blanco, que dan pie a un pabellón con paredes de filigrana y un techo abovedado de madera.
Se le conoce así porque, al centro del patrio, hay una especie de lavabo con 12 felinos esculpidos, «emblemas de fuerza y coraje», según los describe la Secretaría de Cultura y Deporte en España.
Aunque el Palacio conserva la sobriedad de la piedra caliza, la Alameda de la Alhambra se caracteriza por sus mosaicos policromados, acompañados por arbustos de rosas, naranjos y mirtos.
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¿Qué pasó con la Alhambra?
Hacia el siglo XV, el poderío militar y político que había conseguido Al-Ándalus empezó a flaquear. Tras la expulsión de los árabes en 1492, gran parte de la ciudad fue destruida por completo. Los edificios y espacios sagrados se arruinaron, y sustituyeron por construcciones más adecuadas para el nuevo régimen.
Y lo que es más: el emperador Carlos V mandó destruir la influencia islámica restante en el siglo XVI, para construir encima un palacio en un estilo que aludiera al renacimiento italiano. El nuevo proyecto estuvo a cargo del arquitecto Pedro Machuca, en 1526. E
Hacia el siglo XIX, las torres sucumbieron a fuerza de bombazos en la Guerra de la Independencia. Hacia 1821, un terremoto terminó con las estructuras más dañadas. El resto de los edificios se salvaron casi por suerte. Los trabajos de restauración de la herencia que se ha conservado comenzaron hasta el siglo XX.
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