Herida de gravedad y agotada bajo las olas, una ballena jorobada salió victoriosa de un enfrentamiento de cuatro horas contra dos manadas de orcas.
Cuatro horas en un viaje son pesadas. Cuatro horas de una película son difíciles. Salir vivo de cuatro horas de enfrentamientos constantes contra dos manadas de orcas suena francamente imposible. Cerca de las costas sureñas de Australia Occidental, un espectáculo sanguinario así dejó a los espectadores en perfecto silencio: una ballena jorobada lo logró.
En un día de vigilancia normal, la familia de Gemma Sharp presenció el enfrentamiento. Ella dirige el Whale Watch Western Australia y se dedica a seguir orcas, ballenas azules, ballenas jorobadas o ballenas francas australes desde Fremantle, Bremer Bay o Augusta, según la época del año. En verano, es común organizar expediciones para ver cómo las orcas cazan.
Calamares gigantes y ballenas picudas están entre las víctimas comunes. Sin embargo, la familia Sharp se quedó sin palabras cuando el objetivo fue una ballena jorobada. A unas 19 millas náuticas de la playa, vieron 15 orcas surgiendo en la superficie, listas para el ataque.
Junto con 40 turistas a bordo de una embarcación pequeña, presenciaron una masacre a 200 metros. Estaban seguros de que la ballena no lograría salir con vida: ya tenía cicatrices en todo el cuerpo, y había perdido su aleta dorsal.
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Una táctica fallida
La táctica más común de las orcas es ahogar al animal en cuestión, que termina rápidamente con la cacería; sin embargo, en esta ocasión, no fue efectiva. Según el testimonio de Sharp, la ballena dio lo mejor de sí para salvar su vida:
“Este era un joven sano, de al menos 2-3 años. Gozaba de buena salud y era increíblemente fuerte. Cada vez que lo agarraban, deslizaba su cola de lado a lado para alejarlos.»
Por espacio de una hora, la ballena jorobada usó el bote como escudo. Con el tiempo, una de las dos manadas de orcas se fue. La otra familia se quedó al acecho, a unos 300 metros de distancia. Como depredadores ágiles que son, las orcas sabían que su grupo se había debilitado significativamente.
Aunque trajeron a un macho maduro, las dimensiones de la jorobada eran demasiado para ellas. Con un coletazo, el líder de la manada señalizó que el combate había terminado —y no lo habían ganado.
Boquiabiertos, agotados y abrumados, los científicos y turistas abordo regresaron a tierra. Con material en directo, editaron un video que resume la historia. Además de un par de fotografías, poco más puede decirse de un enfrentamiento así. Increíblemente para las orcas, el superdepredador de los mares, se trató de una táctica fallida.
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